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Consultor, investigador en temas de Descentralización Fiscal y Desarrollo Económico Local. Investigador Asociado del Instituto de Desarrollo Económico y Empresarial INDEE.

viernes, 6 de marzo de 2009

El Centralismo Latinoamericano y el Desafío Regionalista

Por Diego José Benavente Millan

Los regionalismos, las regiones y sus gentes, en estos tiempos, están asumiendo roles cada vez más destacados en nuestros países, gracias a herramientas tecnológicas como la Internet, que incluso ha hecho posible el contactarnos sin conocernos previamente o físicamente, entre lugares tan distantes como Arequipa, Perú y Temuco, Chile, lugar este último, desde donde escribo estas letras gracias a los contactos establecidos a través del cyberespacio entre entusiastas regionalistas de ambas ciudades. En nuestro intercambio de experiencias hemos podido comprobar las grandes similitudes que viven nuestras sociedades en cuanto a los males que nos aquejan y al proceso que explica el donde nos encontramos.
Las semejanzas en la evolución económico-política y de ocupación territorial, que han experimentado nuestro países en América Latina, provienen en gran medida de nuestro común origen hispánico, responsable del estilo e institucionalidad política, educacional, religiosa y económica instaurada, donde se generó, como dice el amigo Federal José Antonio Abalos, una conducción fuertemente centrada en las capitales como Santiago o Lima, con una relación de subordinación de las comunidades repartidas en el resto de los territorios. Buscar explicaciones al "mal de muchos, centralismo de todos", extremadamente exacerbado que vivimos los habitantes de la América morena, en nuestras raíces e historia, es un primer paso necesario para reconocer donde subyacen nuestros problemas y poder saber que salió mal. Esto con mayor razón, si se considera lo que Hagen Gleisner en su libro "Centralismo en Latinoamérica y Descentralización en Chile" expresa, "aún hacia 1700, se consideraba que el reino español de América disfrutaba de un bienestar incomparablemente mayor, y que era más poderoso y prometedor que las colonias inglesas de Norteamérica", lo cual resulta difícil de creer, por decir lo menos, hoy en día, al comparar nuestras realidades. Los regionalistas hacemos bien en buscar las causas de, por ejemplo, el que nuestras grandes capitales acaparen la toma de decisiones a todo nivel y todos los actores relevantes, en el animo de que esto no vuelva a ocurrir más, sin embargo a nuestro juicio, gran parte de la culpa es nuestra, de las gentes de regiones, puesto que en nuestros países, más que autoridades que quieran controlarlo todo, somos un rebaño o tropa de súbditos excesivamente obedientes y pasivos.
Esta costumbre, caricaturizada crudamente con dichos como el "mande", a nuestro entender, nos viene de a una herencia de regímenes y formas de actuar y educar muy jerarquizadas y autoritarias, que no respetan la persona, la participación ni la democracia. Por lo tanto, somos nosotros los llamados a buscar respuestas y soluciones a nuestros problemas, para lo cual en primer lugar debemos empezar a creer en nosotros mismos, así como también simultáneamente buscar las fundamentaciones necesarias en nuestros orígenes. En alguna medida, encontramos explicación a nuestro centralismo, en las palabras del historiador Guillermo Fernandez Stevenson cuando expresa certeramente, "la conquista fue estrictamente centralizada y dirigida por el rey a través de su aparato administrativo, nadie llegaba con el propósito de tomar decisiones, sino para obedecer las que ya estaban tomadas." (El Extravío Histórico Chileno). Esta mentalidad de corte centralista, donde nadie esta dispuesto a tomar decisiones que puedan posteriormente ser revocadas por la administración central, se repite hasta nuestros días, entre la capital y las regiones, al igual como ocurría entre la corona y las colonias, hace más de 400 años. Algo similar se aprecia en la economía, al ver como cada vez más las empresas migran hacia las grandes ciudades, donde las regiones, salvo condiciones de excepción, no pueden competir con los grandes mercados capitalinos, lo cual no es más que una conducta de dominio central aprendida que se ha impuesto en base a franquicias determinadas y sin generar por parte de los políticos las medidas correctivas que la reparen. Todo esto ya lo describía Adam Smith en 1776 con respecto a la actitud de la corona española con sus colonias cuando expresaba, "una vez realizados los asentamientos y cuando por su volumen atrajeron la atención de la Metrópoli, las primeras leyes que esta dictó con referencia a aquellas tuvieron siempre la finalidad de asegurarse para si misma el monopolio de su comercio, de limitar su mercado y de ensanchar el suyo propio a expensas de las colonias es decir, desalentar el curso de su prosperidad mas bien que apresurarla y hacerla avanzar", de tal palo tal astilla. El problema se agrava aun más, cuando se piensa en los sistemas políticos y sus actores, responsables principales de la forma de organizarnos como países, los cuales no han sido capaces de dar a nuestras naciones las herramientas y el estilo que nos permitan un desarrollo equitativo para cada uno de sus territorios. Estos actores incluso no han sido capaces de dar una imagen que prestigie la actividad política, si se analiza lo expresado por un estudio del National Democratic Institute for International Affairs - NDI efectuado durante el año 95 en países como México, Salvador, Colombia, Perú, Chile y Argentina, el cual revela un notable rechazo social a los partidos políticos, donde además se pudo captar una opinión mayoritaria, en el sentido que, "los políticos generan sentimientos de desconfianza asociados con ineficacia, corrupción, falta de ejemplaridad y de transparencia e insensibilidad social." Es decir, la centralización no sólo perjudica a las regiones, sino además consigue dañar las principales estructuras e instrumentos del poder político en el actual orden de cosas, al hacerlas ineficaces desde el punto de vista de las comunidades, para resolver los problemas de la gente, en especial de los mas aislados y desfavorecidos.
Por otro lado y como lo describió Uta Hashagen, para nuestro último boletín Onda MAR (Mundo Acción Regional), actualmente y cada vez más, la democracia, la libertad, las posibilidades de consumo y las aspiraciones para una realización personal no se viven ya en torno a dos o tres ideas eje, confesiones, modas, tendencias u objetivos socialmente masivos. La diferenciación y la tolerancia a las diferencias, y la expresión del individuo junto a otros pocos de intereses similares, va dando origen a una sociedad de grupos diferenciados. Paradojalmente la globalización del planeta no genera una gran masa planetaria, sino una multiplicidad de grupos humanos cuyos miembros pueden estar físicamente distantes, pero gracias a telecomunicaciones modernas como Internet virtualmente muy próximos. Y esto constituye una oportunidad sin precedentes de desarrollo de liderazgo en iniciativas de orden social y político y de establecer relaciones sólidas y de largo alcance entre los grupos afines, por ejemplo en el contexto de la descentralización y el regionalismo. De una vez por todas tenemos que convencernos que somos las gentes de regiones los responsables de hacer el gran cambio o la diferencia, es nuestra responsabilidad asumir el desafío del desarrollo territorial autónomo y exigir lo que nos corresponde, juntos somos siempre más aunque no estemos cerca.

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